En el actual momento de la historia, cuando por medio de Cristo, hemos sido salvados de una vez por todas, por su muerte libremente aceptada y certificada por el Padre con la Resurrección de su Hijo, es el Espíritu quién guía y anima el caminar de la Iglesia que cumple 20 siglos. El Espíritu continúa repartiendo sus dones y en su amoroso guiar de la historia, suscita distintas respuestas a los distintos problemas y controversias que plantean las diversas sociedades que han ido acogiendo y siguen acogiendo la Palabra. Esta Palabra única e inmutable ha provocado distintas “vocaciones” o caminos que son formas de andar el único Camino que lleva a la casa del Padre y de responder a la única Llamada de Dios. Así aparece ante nosotros la gran variedad de carismas que el Espíritu ha hecho surgir acorde con la gran variedad de personas que han sido iluminadas por la Luz de la Verdad y que, valientemente han respondido a esa llamada siguiendo el ejemplo de aquellos primeros pescadores del lago Tiberiades. Esa respuesta se ha ido concretando a lo largo de los siglos. En otro tiempo surgieron eremitas o ermitaños que interiorizaron y aprendieron aquel primer Mensaje, marcando una primera forma de vida en el devenir de aquella sociedad, a la misma vez surgieron los Santos Padres que definieron e iluminaron la dirección correcta ante las primeras distorsiones que iban apareciendo. Vendrían después los monasterios que vertebraron y trasmitieron, que dieron consistencia y nos legaron aquellas obras de los primeros Padres. Luego el Espíritu haría florecer las congregaciones que educaron, cuidaron y vivieron, llevando la cultura y la modernidad a toda la vieja Europa y la nueva América. Y ahora aparecen los movimientos que comprometen a todos a llevar la Palabra a los nuevos ambientes que el desarrollo urbano y la sociedad de este siglo ha hecho surgir. Así, el siglo recién pasado se inundó de laicos cuya misión fue comprometerse más allá de su mero papel de espectador y, cogiendo los aperos de labranza, se preocuparon de esparcir la Semilla en sus ambientes, animados, ayudados y dirigidos por pastores que el Espíritu puso en comunión.
El Padre, en su bondad, así lo ha creído mejor, y en su infinita Sabiduría ya había pensado en este caminar para la Iglesia que es esposa de su Hijo. La Iglesia así lo ha entendido, especialmente en el Concilio Vaticano II (Gaudium et Spes, Lumen Gentium, Apostolicam Actuositatem) y más tarde mediante distintas encíclicas (Christifideles Laici), ha ido apoyando y animando, como no puede ser de otra forma, estas manifestaciones del Espíritu. Todos, como miembros de un mismo cuerpo (la Iglesia), debemos realizar con presteza nuestra labor sabiendo que es Cristo, cabeza del cuerpo, quien ordena y articula cada una de estas asociaciones para el bien de su Iglesia.
Es, en esta corriente provocada por el Espíritu, en la Iglesia nacida del costado de Cristo y confiada a Pedro, los apóstoles y sus sucesores, donde quiere insertarse Providentia.
En todas las respuestas o vocaciones que someramente hemos presentado, se iluminaba y profundizaba algún aspecto del Evangelio, son los llamados carismas o reglas: El desierto, como el retiro de Cristo antes de su misión fue la primera respuesta de la naciente Iglesia; la defensa de la Verdad de los Santos Padres; o el “id y enseñad” que acogieron y llevaron por bandera las distintas congregaciones dedicadas a la educación; o la atención de los pobres y marginados verdadera columna vertebral de la Iglesia por la que también optaron tantas otras órdenes y congregaciones, son una forma de poner de manifiesto alguna de las actitudes de Cristo que relatan los evangelios. Estos carismas quieren reactualizar el Evangelio viviéndolo según el mismo Cristo vivió y queriendo dar una respuesta acorde con las enseñanzas del Maestro. Se trata pues de centrar nuestra atención en algún aspecto de toda la inmensa labor que representa trabajar en el Reino que nos trajo Jesucristo.
Así pues, Providentia es un grupo de cristianos que, respondiendo al compromiso adquirido por su bautismo para con Jesucristo y su Iglesia; conscientes de las crecientes necesidades de la Iglesia en la hora presente y guiados por el deseo de atenderlas adecuadamente; crean esta forma de vida con el propósito de extender la conciencia de pertenecer al Cuerpo Místico de Cristo y de suscitar deseos eficaces de ayuda a nuestra Madre la Iglesia. Nuestra asociación Providentia se hace eco de aquel pasaje que aparece en todos los evangelios y que nos muestra un muchacho que para resolver el hambre de una gran multitud, aportó sus cinco panes y sus dos peces. Hoy, es nuestra Madre la Iglesia la que espera, en la necesidad, el “pan material”, y Providentia quiere poner en manos de Cristo sus cinco panes y sus dos peces para atender a la Iglesia que Él fundó.
El texto de S. Mateo nos describe cómo ha de ser ese modo de vida, cómo debemos desarrollar este carisma:
«No estéis agobiados por la vida, pensando qué vais a comer o beber, ni por el cuerpo, pensando con qué os vais a vestir. ¿No vale más la vida que el alimento, y el cuerpo que el vestido? Mirad a los pájaros: ni siembran, ni siegan, ni almacenan y, sin embargo, vuestro Padre celestial los alimenta. ¿No valéis vosotros más que ellos? ¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, podrá añadir una hora al tiempo de su vida? ¿Por qué os agobiáis por el vestido? Fijaos cómo crecen los lirios del campo: ni trabajan ni hilan. Y os digo que ni Salomón, en todo su fasto, estaba vestido como uno de ellos. Pues, si a la hierba, que hoy está en el campo y mañana se quema en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más por vosotros, gente de poca fe? […]. Sobre todo buscad el reino de Dios y su justicia; lo demás se os dará por añadidura. Por tanto, no os agobiéis por el mañana, porque el mañana traerá su propio agobio. (Mt 6,25-34)»
Este canto de Mateo a la Providencia, a dejarse en las manos del Padre, es la más bella descripción de la actitud de aquel que ha sentido como Dios llegaba a su vida. Este texto viene precedido, de la aseveración de Cristo: “No podéis servir a Dios y al dinero”. Y esa es la vocación de esta asociación: servir a Dios en su Iglesia, guiados por su mano providente, poniendo cada día todo nuestro empeño por buscar el Reino Dios y su justicia, para que la Iglesia resplandezca “como los lirios del campo” sabiendo que el Padre en su Providencia dará fruto a esa labor. Providentia, confiando en que su labor será acompañada por la mano providente del Padre, nace con la vocación de servir incondicionalmente a la Iglesia. Es un modo de vida cristiana basada en el servicio y entrega a la Iglesia Católica. Providentia buscará siempre la gloria de Dios y el bien de la Iglesia, animados por el deseo de servir humildemente a las necesidades de la Iglesia Universal, que se hace presente en la porción del pueblo de Dios que es la Iglesia Diocesana.
Nuestro carisma se resume en el siguiente lema: “Ecclesiam amare atque semper servire. Refomare et convertere in Ecclesia”, Amar y servir siempre a la Iglesia. Reformar y convertir dentro de la Iglesia.
Como figura jurídica, actualmente estamos reconocidos por la Iglesia como una Asociación Privada de Fieles de ámbito diocesano, sin ánimo de lucro, con personalidad jurídica y estatutos aprobados por el obispo de Almería, de conformidad con la Ley de la Iglesia (C. I. C., can. 322; cf. Can 312).
Dentro de la Nueva Alianza que establece el Padre con la humanidad a través de su Hijo hecho hombre entra la respuesta de cada hombre a Dios. En esa Nueva Alianza, que es la Iglesia, somos convocados todos los hombres a un sacerdocio real; cada uno según los dones que el Espíritu le ha otorgado. Todos formamos parte del mismo cuerpo cuya cabeza es Cristo y el papa su Vicario en la tierra. Así, también, Providentia se puede entender como una gran familia de hermanos nacidos de la misma Madre: La Iglesia Católica, que se alimentan de ella y viven para ella. Porque todo lo que tienen se lo deben a ella, su riqueza y su patrimonio: Jesucristo.
El mismo Jesucristo que, desde la cruz interpela a su discípulo amado a acoger a María en su casa “Ahí tienes a tu Madre”, nos llama a nosotros a acoger a la Iglesia como Madre nuestra que es. María, viuda y sin hijos acabaría sus días como la viuda que echó dos monedas en el cestillo o cualquier otra viuda de aquellos tiempos. San Juan acoge a María en su casa ofreciéndole una estabilidad social, pero quien realmente mantiene al apóstol es María. En ese acoger humano de S. Juan a María debe mirarse el actuar de Providentia saliendo solícito en auxilio de la Iglesia, sabiendo que como Juan será mucho más lo que ella nos aporte a nosotros.
Providentia, en definitiva, es un medio sencillo de organizar un servicio eficaz, hábil, prudente y generoso hacia nuestra madre la Iglesia. Esa es nuestra porción del Reino (socorrer y atender las necesidades de la Iglesia) en la que se nos ha invitado a trabajar, con el celo servir a tan gran Señor, interpretamos nuestra labor en esta institución.
De igual forma que todos los miembros del cuerpo son necesarios pero todos distintos, también los miembros de Providentia están llamados a aportar su singularidad para hacer más completa y perfecta la acción de la Iglesia. El relato del Evangelio no aclara si aquel joven tenía esos panes y esos peces para venderlos y sacar un poco de dinero, es decir, si aquel joven era comerciante, o si los traía para su sustento, como el que lleva la merienda, pero cualquiera de las dos ideas iluminan el actuar de Providentia. Cada miembro de Providentia debe ayudar y socorrer las necesidades materiales de Nuestra Madre la Iglesia, tanto con su especialización profesional, como con su aportación económica.
Así pues, los miembros de Providentia tienen la vocación del servicio y amor a nuestra madre la Iglesia, que les lleva a crear lazos de familiaridad unos con otros, buscando apoyos humanos y espirituales en bien de la Iglesia. Providentia quiere ser providente para con la Iglesia desde su silencio y su vida oculta, ya que la protagonista ha de ser siempre la esposa de Cristo.
“Y todo lo que realicéis que sea para gloria de Dios Padre”. No es importante el nombre de aquel joven que puso, los peces y los panes que tenía, al servicio de todos a través de Cristo, ya que lo importante es la gloria de Dios. Somos siervos y como tales no merecemos salario, la puerta a la vida eterna nos la mereció Cristo, Él sí puso su vida en juego por nosotros, que menos que atender su cuerpo llagado que es la Iglesia.
Providentia tiene como finalidad general fomentar el amor y el apoyo a la Iglesia Católica, suscitando con ello la colaboración de personas y grupos sociales en orden a subvenir a todas sus necesidades eclesiales, además de otras iniciativas que susciten los obispos diocesanos.
Con este fin se aprovecharán los vínculos asociativos para apoyar y respaldar a la Iglesia en medio de esta sociedad tan secularizada y hostil para ella.No obstante también puede ser requerido a un miembro de Providentia aportar sus dones y cualidades para ayudar en las tareas de gobierno de la Asociación u otras actividades que se vean oportunas. Tampoco se debe olvidar que el principal sustento de cada cristiano y en particular los miembros de Providentia es el trato con Dios, en este aspecto se debe cuidar la oración y la práctica asidua de los sacramentos.
Y es Pablo es su carta a los Colosenses quien nos marca la pauta en el actuar dentro de la Iglesia y esto lo podemos llevar al seno de Providentia:
Como pueblo elegido de Dios, pueblo sacro y amado, sea vuestro uniforme la misericordia entrañable, la bondad, la humildad, la dulzura, la comprensión. Sobrellevaos mutuamente y perdonaos, cuando alguno tenga quejas contra otro. El Señor os ha perdonado: haced vosotros lo mismo. Y por encima de todo esto, el amor, que es el ceñidor de la unidad consumada. Que la paz de Cristo actúe de árbitro en vuestro corazón; a ella habéis sido convocados, en un solo cuerpo.Y celebrad la Acción de Gracias: la palabra de Cristo habite entre vosotros en toda su riqueza; enseñaos unos a otros con toda sabiduría; exhortaos mutuamente. Cantad a Dios, dadle gracias de corazón, con salmos, himnos y cánticos inspirados. Y, todo lo que de palabra o de obra realicéis, sea todo en nombre del Señor Jesús, dando gracias a Dios Padre por medio de él. (Col 3,12-17)
Todos los miembros de forma individual y, de forma conjunta como asociación están llamados por Cristo a ser santos como Nuestro Padre celestial es Santo. Pero esa santidad que viene de Dios sólo se puede adquirir y lograr a través de la comunión con la Iglesia particular y Universal. Esta comunión lleva a la comunión entre nosotros, vivir en comunión con las demás asociaciones, e iluminar la sociedad siendo luz que refleje la única Luz.
Debemos llegar a descubrir nuestra orientación hacia la Santísima Trinidad. Hacia el Padre, sobre todo en el deseo de buscar filialmente su voluntad mediante un proceso de conversión continua, en el que la obediencia es fuente de verdadera libertad. También se implica una orientación hacia el Hijo, llevando a cultivar con Él una comunión de vida íntima y gozosa, en la escuela de su servicio generoso de Dios y de los hermanos. Comporta una orientación hacia el Espíritu Santo, ya que dispone la persona a dejarse conducir y sostener por Él, tanto en el propio camino espiritual como en la vida de comunión y en la acción apostólica, para vivir en aquella actitud de servicio que debe inspirar toda decisión del cristiano auténtico. (Cf. Vita Consecrata 36).
Pero como, también, gracias al bautismo, todos formamos parte de ese sacerdocio de continua alabanza a Cristo, cada miembro de Providentia está llamado a llevar la luz al mundo, en cada momento con su forma de actuar y proceder.Y, así, los miembros de Providentia se comprometen a mantener una vida de oración responsable, especialmente de intercesión por la Iglesia. Una oración que se realiza en el seno de la familia y participando activamente en la oración litúrgica, adoración Eucarística y especialmente en la Santa Misa.
También están llamados a hacer un esfuerzo por la formación personal y comunitaria; a través de lecturas y los medios de formación que institucionalmente se ofrecen.
Además de la oración y la formación, los miembros de Providentia se comprometen a desempeñar cualquier tarea o misión que nos requiera la Iglesia con prontitud, disponibilidad y entrega, prestando un servicio incondicional a la Iglesia:
- Con su trabajo y esfuerzo personal.
- Con una aportación económica que en conciencia estime oportuna.
- Con su testimonio de vida y con su afán de hacer apostolado.
- Oración y participación en los sacramentos. Esto nos lleva a cuidar con esmero y procurar la relación con el Padre a través de la oración y la participación asidua en los sacramentos: Penitencia y Eucaristía. Así pues, además de cumplir con devoción y fidelidad lo mandado por nuestra Madre en este sentido, los miembros de Providentia deben realizar actos de piedad, individuales y en común, por la persona e intenciones del Santo Padre.
- Formación seria y continuada. Se hace imprescindible en este momento de la historia, ante los vientos de laicidad que se han levantado, hacerse fuerte en nuestros cimientos. La formación se hace una necesidad hoy en día para que cada cristiano sepa dar razón de su esperanza. Con tal fin, se propone a cada miembro de Providentia una serie de posibilidades:
- Retiro mensual. Una vez al mes, tenemos un espacio donde profundizar en las cuestiones de la Fe.
- Charlas de Formación Semanal. Charlas semanales donde se dan pautas de formación católica y se clarifican distintas realidades de la Iglesia.
- Ejercicios Espirituales. Una vez al año se convoca a los miembros de Providentia a tener un encuentro más sosegado con el Señor para que ilumine su vida.
- Semana de experiencia Espiritual. Una vez al año los miembros de Providentia tienen la oportunidad de asomarse y compartir el ritmo secular de un monasterio.
- Testimonio de vida y apostolado. Como se ha resaltado antes ésta es una labor primordial de todo cristiano, así pues más necesaria en aquellos que han sido llamados de forma especial a trabajar en el Reino de Dios, en nuestro caso a través de Providentia.
- Aportación económica, su trabajo y esfuerzo personal. Estas son características propias de la Asociación. Desde la conciencia de cada miembro de Providentia hará libre aportación de su tiempo, sus dones y su esfuerzo. También, con el fin de atender las necesidades económicas de la Iglesia, cada miembro podrá hacer una aportación económica, periódica o puntual.
Los miembros de Providentia están integrados en unidades de entre 8 y 15 personas. Cada unidad tiene al frente un responsable cuya tarea es animar y potenciar la vida cristiana de las personas que la forman, rezar por ellas y hacer de trasmisor de noticias, ideas e inquietudes entre las personas de su unidad y el consejo de gobierno. Este responsable se debe caracterizar por su vida intachable y por su fidelidad al Evangelio, celo apostólico y amor a la Iglesia.
Actuaciones de Providentia.
Como la finalidad general de Providentia es fomentar el amor y el apoyo a la Iglesia Católica, queremos suscitar la colaboración de personas y grupos sociales en orden a subvenir a todas sus necesidades eclesiales, y aquellas iniciativas que susciten los obispos diocesanos.
Con este fin se aprovecharán los vínculos asociativos para apoyar y respaldar a la Iglesia en medio de esta sociedad. Esto se concreta mediante:
- El asesoramiento profesional: jurídico, financiero, económico, técnico... siempre que así sea solicitado por parte de obispados, congregaciones, movimientos, asociaciones públicas y demás entidades eclesiásticas.
- El trabajo, en todos los campos de la pastoral (catequesis, cursillos prematrimoniales, Caritas, visitas a enfermos, asistencia a encuentros diocesanos, apoyo a campañas diocesanas,...), tanto a nivel parroquial como diocesano.
- El respaldo a las parroquias más pobres y necesitadas con nuestra presencia, nuestro compromiso fomentando actividades culturales y religiosas, como Escuela de Padres, Belenes Monumentales, ofreciéndonos a los párrocos para desarrollar las distintas tareas que nos encomienden.
- La formación de cristianos valientes que sepan dar siempre un testimonio ardiente de su fe y de su pertenencia a la Iglesia. Con este fin, Providentia promueve y fomenta el conocimiento de la doctrina y el Magisterio de la Iglesia, y también anima y favorece la práctica de los sacramentos.Tales como Escuela de Padres y charlas, abiertas a todo el mundo.
- Prestamos nuestro apoyo en la gestión del patrimonio propio con el fin de revertir los beneficios obtenidos en la ayuda y promoción de la Iglesia, tanto Diocesana como Universal.
Por último, también recabamos fondos económicos para paliar las necesidades de la Iglesia, crear nuevas parroquias, colegios, ayudar a sacerdotes...
Virgen de la Providencia. Como nos recuerda el Concilio Vaticano II “la Virgen María, que según el anuncio del ángel recibió al Verbo de Dios en su corazón y en su cuerpo y entregó la vida al mundo, es conocida y honrada como verdadera Madre de Dios Redentor. Redimida de un modo eminente, en atención a los futuros méritos de su Hijo y a El unida con estrecho e indisoluble vínculo, está enriquecida con esta suma prerrogativa y dignidad: ser la Madre de Dios Hijo y, por tanto, la hija predilecta del Padre y el sagrario del Espíritu santo; con un don de gracia tan eximia, antecede con mucho a todas las criaturas celestiales y terrenas. Al mismo tiempo ella está unida en la estirpe de Adán con todos los hombres que han de ser salvados; más aún, es verdaderamente madre de los miembros de Cristo por haber cooperado con su amor a que naciesen en la Iglesia los fieles, que son miembros de aquella cabeza, por lo que también es saludada como miembro sobreeminente y del todo singular de la Iglesia, su prototipo y modelo destacadísimo en la fe y caridad y a quien la Iglesia católica, enseñada por el Espíritu Santo, honra con filial afecto de piedad como a Madre amantísima.” Lumen Gentium 53.
Así, también nuestra asociación uniéndose a esta verdad que nace en el seno de la Iglesia propone a María como espejo donde cada uno de sus miembros debe mirarse en su entrega al mundo desde la fe, en la esperanza y por la caridad. Y veneramos a la Madre de Dios en su advocación de Santa María de la Providencia. Ella que desde el silencio, la fe absoluta y la oración constante, vio crecer a Cristo, sea nuestro modelo de actuación en este momento de la historia. Que nuestra acción callada, llena de confianza en Aquél que nos sostiene, haga crecer a Cristo en nuestro mundo con la ayuda de su gracia maternal.
Y así, bajo su patrocinio y su mirada siempre atenta y cariñosa ponemos a nuestra institución Providentia. Que ella, que vivió y creyó siempre en la Providencia de Dios, nos ayude a cada uno de nosotros a creer también en la Providencia y a vivir en ella. María fue providente para la historia de la salvación aceptando ser la Madre del Redentor y darnos al género humano al autor de la vida.
San José. Como nos recuerda nuestro querido Juan Pablo II en su exhortación “Redemptoris Custos”, los esposos María y José son la primera pareja de la nueva creación, y al contrario que aquellos primeros padres, la fidelidad a Dios fue el principal sustento de estos esposos. Así también ponemos a Providentia bajo la protección de San José, que estuvo siempre junto a María con una fidelidad atentísima, modelo para nuestra atención a la Iglesia; y Custodio de Cristo en la tierra, aceptando y cumpliendo así la voluntad de Dios, a él le pedimos que custodie y cuide nuestra asociación.
Su paternidad se ha expresado concretamente «al haber hecho de su vida un servicio, un sacrificio, al misterio de la encarnación y a la misión redentora que está unida a él; al haber hecho uso de la autoridad legal, que le correspondía sobre la Sagrada Familia, para hacerle don total de sí, de su vida y de su trabajo; al haber convertido su vocación humana al amor doméstico con la oblación sobrehumana de sí, de su corazón y de toda capacidad, en el amor puesto al servicio del Mesías, que crece en su casa» (RC 8). En San José, tenemos todos nosotros el modelo de la humildad y sencillez a la hora de nuestra misión de custodiar a la Iglesia y atenderla en sus necesidades. San José, no sólo custodió al niño, sino que también fue capaz de cuidarlo en los momentos difíciles de persecución. San José tuvo una vida muy oculta; Providentia tiene que llevar esa vida oculta para que sea la Iglesia la protagonista y que brille con luz propia. Que la actitud de entrega y fe en Dios que mostraron José y María sean las actitudes de los miembros de nuestra asociación.
Santa Teresa. A esta gran santa abulense, reformadora de su orden carmelita, en aquellos momentos tan trascendentes de la historia, tomamos como ejemplo y nos ponemos bajo su amparo y protección a la hora de acometer la nueva reforma de la Iglesia que nuestra asociación tiene como carisma. Esta mujer ejemplar por todas sus virtudes, destacando entre ellas su amor incondicional a la Iglesia, nos ha de servir de modelo en nuestro actuar. Cuando se insiste en el carisma de Providentia: “Amar y servir siempre a la Iglesia. Reformar y convertir dentro de la Iglesia”, hay que mirar la gran reforma que realizó Santa Teresa dentro de la Iglesia, en bien de la vida religiosa. Para reformar a la Iglesia hay que estar dentro, y desde ella, llevarla a cabo. Virtudes que hay que aprender de la Santa castellana y ponerlas en práctica. La reforma tiene que empezar por uno mismo, así lo hizo ella estando atentos a lo que Dios pida y respondiéndole con mucha generosidad, es decir, con toda nuestra vida siempre al servicio de la Iglesia.
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- Último sábado de Mayo. Fiesta Mayor: Consagración de Providentia y todos sus miembros a Santa María de la Providencia.
- 19 de marzo: San José. Cada miembro de Providentia celebrará esta fiesta en familia. Asistirá a la celebración eucarística y rezará especialmente por las vocaciones y la santidad de los sacerdotes.
- 15 de Octubre: Santa Teresa. Celebración de la Eucaristía e inicio del nuevo curso animados por nuestro carisma de servicio.
- Miércoles de la Semana de Pasión. Via Crucis por las necesidades de la Iglesia, intenciones del Papa y acto de desagravio.
- 29 de Junio: San Pedro. Día del Papa. Vigilia de oración por el Papa y sus intenciones.
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El círculo central representa la Iglesia y su universalidad. La cruz gloriosa en el centro símbolo de los cristianos y signo de referencia para cada uno de nosotros. Sin cruz no hay salvación, ni resurrección. La cruz es calada porque en cada orificio está tu lugar de consagración, de servicio, de entrega y de apostolado al cuerpo místico de Cristo que es su Iglesia. Esa entrega total y absoluta sólo se puede experimentar y vivir desde la adhesión a la cruz redentora de Cristo.
Todo miembro de Providentia será cada día más fiel en su servicio a la Iglesia en la medida que viva su vida como una ofrenda agradable a Dios desde su realidad pero con su cruz particular.
Cristo debe ser siempre el centro de toda la vida de la Iglesia. Sin Él la Iglesia no es nada, ni tiene sentido su existencia.
A aAmbos lados aparecen dos ángeles triunfantes, que simbolizan la misión de todos los miembros de Providentia, custodiar, anunciar, curar y servir a la Santa Madre Iglesia Católica. El ángel del lado izquierdo porta los símbolos eucarísticos donde se alimenta la fe de toda la Iglesia y crecen las virtudes teologales Fe, Esperanza y Caridad que todos los discípulos de Jesús tenemos que vivir. El del lado derecho porta una palma, símbolo de triunfo y del martirio. Nosotros estamos llamados a dar continuamente testimonio público de nuestra fe. Aunque esto conlleve sentirnos rechazados, perseguidos e incluso derramamiento de sangre. Si nosotros vivimos coherentemente las enseñanzas del Evangelio y del Magisterio haremos que nuestra Iglesia crezca en gracia, credibilidad e hijos.
De trasfondo aparecen motivos vegetales, frutos y flores que representan la Divina Providencia que nos cuida y nos sostiene amorosamente. Por eso estamos llamados a la confianza y al abandono en las manos providentes de Nuestro Señor.
Sobresalen las llaves de San Pedro, símbolo del ministerio petrino. El amor a la Iglesia también se manifiesta en la veneración, respeto, cariño y obediencia al Sucesor de Pedro, junto con todos los sucesores de los apóstoles. Providentia tiene que estar siempre en plena comunión con el Papa y con toda la jerarquía católica. Elevando oraciones incesantes por todos ellos y poniendo siempre a su disposición nuestra persona. Teniendo la Iglesia pastores santos, tiene el mundo signos de credibilidad en ella.
El color rojizo simboliza la pasión y el sentirnos abducidos por Jesucristo y por la Iglesia. El color amarillo y blanco: la bandera vaticana; nos recordará que somos fieles hijos de la Iglesia y que después de alcanzar nuestra santificación, somos llamados de una manera especial a reformar la sociedad, pero nada más que con nuestro ejemplo y virtud. Que en nosotros no existe el cansancio ni el desaliento, que estamos comprometidos diariamente a hacer de nuestro mundo, un pequeño campo en el que Dios reine por el testimonio y la palabra de sus hijos.